¡Toda época de pruebas y dificultades, toda época de sufrimiento, es también época de decisiones!
El sufrimiento es un catalizador: es el tiempo que pasas en el tubo de ensayo para que se vea si ya tienes la gracia necesaria para soportar algo por fe, o si ello te hace acudir a la gracia y buscar al Señor. El sufrimiento siempre logra una de estas tres cosas: purifica, humilla y limpia a los que somos salvos y nos acerca aún más a Dios; o hace que algunos de los que no son salvos acudan a Dios, llevándolos al arrepentimiento y la Salvación cuando claman al Señor en medio de su sufrimiento; o por último, hace que algunos maldigan aún más a Dios y merezcan Sus juicios con mayor razón. El Señor permite que el Enemigo pruebe a las personas; a menudo el Diablo las hace sufrir con la esperanza de que culpen a Dios de todo y se vuelvan contra Él (Job 1:6-12). El Enemigo levanta su dedo acusador ante el amor de Dios, deseando que "maldigan a Dios y mueran", como le aconsejó a Job su mujer. Pero el Señor quiere que soporten todo con fe y que confíen en Él a pesar de todo, diciendo, como Job: "¡Aunque Él me matare, en Él esperaré!" (Job 13:15) ¡Señor, haz que nuestras penas y sufrimientos nos mejoren, en lugar de volvernos resentidos! ¡En el nombre de Jesús, amén!
La Familia
sábado, 29 de agosto de 2009
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